¿Porque los Espíritus Inmundos se Resisten?





Introducción:

El reprender espíritus inmundos suele convertirse  en un ritual de exorcismo con palabras tales como, te ato, te mando, te ordeno, te decreto, etc., etc., en algunos casos con voz fuerte y en otros demasiado fuerte, cercano a los gritos.  
Muchos de los que acuden necesitados de ayuda, se retornan tal como llegaron, sin encontrar respuesta a su necesidad.

¿A qué se debe esto?

La Biblia dice que nos ha dado potestad de resistir al Diablo y este huirá de nosotros, pero sucede que en vez de resistir al Diablo, son los espíritus inmundos los que nos resisten a nosotros.

Predicamos sobre el poder de Dios, sobre las sanidades realizadas por los apóstoles, sobre milagros acaecidos en tiempos pasados, pero, ¿qué pasa en el presente?

En el evangelio de Marcos, en el capítulo 1 nos dice “Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dió voces, Diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.” (Mar 1:22 -24)

Como podemos ver, Jesús enseñaba con autoridad marcando una clara diferencia con la enseñanza de los escribas. ¿En qué radicaba esta diferencia? ¿Cómo enseñaban los escribas? El mismo Señor Jesús nos habla al respecto… 

“Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme á sus obras: porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover.” (Mateo 23:3-4).

¿Con qué autoridad enseñaban los escribas? 

Con ninguna. No eran creíbles en lo que decían porque sus enseñanzas carecían de obras, en cambio lo que Jesús enseñaba era con frutos. El apóstol Pablo lo explica como sigue: “Y ni mi palabra ni mi predicación fué con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del Espíritu y de poder;” (1 Corintios 2:4)

Lo que quiso decir era que el Espíritu de Dios le guiaba y que esto era confirmado por el poder demostrado en obras sobrenaturales.

Bastaba que el Señor Jesús pasase cerca de los espíritus inmundos para que estos de inmediato reaccionasen diciendo “¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios” 

Los espíritus inmundos sabían quién era Jesús y reaccionaban así al enfrentarse a su santidad, debido a que la luz con las tinieblas no pueden tener comunión (2 Corintios 6:14)





¡Todo se trata de tener autoridad!

“Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.” (Lucas 24:49) Desde el día de Pentecostés y hasta cuando Cristo regrese por su iglesia, todos los creyentes son investidos de poder, “endúo”  (hundir en un vestido)

El echar fuera demonios es parte del ministerio de evangelización de los creyentes en Cristo, y para ello se requiere recibir el bautismo en “… Espíritu Santo y en fuego” (Mateo 3:11)

Luego de sanar a un leproso, el Señor Jesucristo entró en Capernaum, lugar en donde un centurión le hace saber sobre la gravedad de un criado al cual él amaba mucho. 



El centurión intercedió por su criado diciendo: “… Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.” (Mateo 8:8-9)

El centurión sabía de lo que estaba hablando; la autoridad consiste en el privilegio (exousía) que le había sido conferido para ejercer dicha autoridad dentro de las exigencias propias de su cargo. Él debía de estar a las órdenes de Herodes Antipas, que tenía un pequeño ejército compuesto de tropas mercenarias y extranjeras organizadas al modo romano.

Comprendía muy bien el valor de la obediencia basada en la sujeción a las potestades superiores al decir  “también yo soy hombre bajo autoridad”. Además de ello, sabía que el valor de la autoridad dependía de la obediencia a las órdenes emitidas… “digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace”.

Dios a nosotros también nos confiere autoridad, y para que esa autoridad sea respaldada por Él, debemos aprender primero a sujetarnos nosotros en obediencia a sus “ordenes”, en el lenguaje bíblico a sus “mandamientos”.

“Y estas señales seguirán á los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios; hablaran nuevas lenguas; Quitarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Marcos 16:17-18)

A veces sólo queremos obedecer lo que a nosotros nos agrada y no lo que agrada al Señor, por ejemplo…

“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña.  Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.  Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. (Mateo 21:28-31)

La autoridad está basada en la obediencia y también en el buen testimonio. Pensemos por un momento que la gente traía sobre los enfermos, los sudarios y los pañuelos del Apóstol Pablo y las enfermedades y los malos espíritus salían de ellos. (Hechos 19:22)

Muchos creyentes sólo imitan lo que se debe de hacer… poner las manos sobre los enfermos en el nombre del Señor Jesús, pero que sucede, él o los espíritus malos no salen de ellos, ¿por qué? Veamos lo que dice las Escrituras: 

“Y algunos de los Judíos, exorcistas vagabundos, tentaron á invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que Pablo predica. Y había siete hijos de un tal Sceva, Judío, príncipe de los sacerdotes, que hacían esto. Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo: más vosotros ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en ellos, y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.” (Hechos 19:13-16)

Los mismos espíritus inmundos dan la respuesta del porqué no obedecen a la reprensión para abandonar el cuerpo de algún enfermo… vosotros ¿quiénes sois? Al igual que los espíritus inmundos nosotros, por la Palabra de Dios, sabemos quién es Jesús y también conocemos quién es el apóstol Pablo, pero algo nos falta, nos falta autoridad.

¿Qué debemos de hacer para alcanzar autoridad?

Volviendo a Marcos capítulo 1: “Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Y el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de él. Y todos se maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos manda, y le obedecen?”  (Marcos 1:25-27)

La autoridad se logra con oración y ayuno. “… llegándose los discípulos á Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no lo pudimos echar fuera? (Mateo 17:19)

“Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad…” (Mateo 17:20

En primer lugar, hay que tener fe en la Palabra de Dios… “Porque también á nosotros se nos ha evangelizado como á ellos; mas no les aprovechó el oír la palabra á los que la oyeron sin mezclar fe.” (Hebreos 4:2

En segundo lugar Jesús les dijo… “Más este linaje no sale sino por oración y ayuno.” (Mateo 17:21)

La oración es primordial en la vida del creyente a fin de solicitar la ayuda del Señor, Él nos dijo “… sin mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5)

Es por medio de la oración que Dios intercede para la liberación de los enfermos “… la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará… (Santiago 5:15)

Luego sigue el ayuno. El abstenernos del pan de cada día es la forma en que le demostramos a Dios de que estamos conscientes de que no merecemos nada, ni siquiera recibir el pan cotidiano, mucho menos cualquier otra cosa, entonces Él nos ayudará a humillar nuestra naturaleza carnal debajo de su mano sublime y poderosa.

La mortificación de nuestra carne corrupta es el primer y más grande de los propósitos de Dios cuando nos lleva a un tiempo de ayuno. La palabra mortificar significa matar, destruir, castigar, humillar, controlar. Dios nos guía a ayunar porque sabe que esta es la forma de humillar la carne y traerla bajo el control del hombre espiritual.

Hay espíritus y actitudes en nosotros que no pueden salir de otra manera, el ayuno tiene tremendo poder de mortificación sobre la carne y va a romper muchas de sus concupiscencias. Solamente cuando estamos reducidos a tal estado de miseria inútil, podremos realmente evaluarnos a nosotros mismos.

Tenemos que ayunar si queremos alcanzar la madurez espiritual en Jesucristo, y tener la capacidad de ayudar a otros, como en el caso del lunático que fue llevado a los discípulos.

En conclusión:

Para tener autoridad debemos:

  1. Ser obedientes a quien nos confiere autoridad
  2. Poner por obra la Palabra de Dios, ser ejemplo para los demás (Juan 13:15)
  3. No ser incrédulos, tener fe en la Palabra de Dios
  4. Orar para que sea el Señor quién nos ayude
  5. Practicar el ayuno a fin de mortificar nuestros miembros (Colosenses 3:5)


Jogar, 6 de mayo de 2014.-